Imperceptible pero importante

Érase una vez un alfiler normalucho, de esos que sirven para enganchar dos cosas: dos prendas, las dos partes de una camisa que se cierran en la parte delantera o trasera, el amarre de un bolso…

alfilergancho

Continue reading “Imperceptible pero importante”

Volver para no volver

Pierre cerró aquella puerta para siempre. Juró que nunca volvería jamás a atravesarla.
No toleraría más insultos.
No toleraría que se le cuestionara más veces.
No toleraría más reprobaciones.

¿Quién había impuesto las reglas sociales?
¿Quién determinaba qué estaba bien o mal?
¿Quién había sido el punto de partida de la ética? Continue reading “Volver para no volver”

Inmortalidad

mfeDLGo

Y por fin llegó el día. Y nadie lo sabía.

Decidió coger un papel y un bolígrafo (así a la antigua usanza y anotar lo que se le iba pasando por la cabeza mientras trabajaba).

Era increíble que esa segunda copia de mi disco duro estuviera subida a Dropbox… Lo conseguí sin más, hace poco más de un mes. Estuve trabajando incesantemente en guardar toda la información almacenada durante décadas. Y lo conseguí. Continue reading “Inmortalidad”

Viernes

–          ¡Mudo!, ¡Mudo!, ¡Mudo!- Gritaban unas niñas de entre 6 y 10 años y salían corriendo.

Quino, pronunciaba la vocal “a” de una forma desgarrada, profunda y alta. Gritaba y salía tras ellas.

  Eran poco más de las siete de la mañana de un viernes. Ese repetitivo sueño le había despertado, pero ya no merecía la pena seguir durmiendo. A las siete y cuarto, era la hora en la que el despertador sonaba y había que levantarse. Una duchita, a vestirse y bajar a desayunar. Continue reading “Viernes”

La persona más pequeña del mundo

Érase una vez una chica, Trasía, que medía algo más de 1,60 m. Tenía una complexión más o menos media (pesaría unos 60 kgr) y vivía más o menos cerca de una gran urbe. El caso es que no sabía por qué, pero cada vez que se miraba a un espejo, la imagen que este proyectaba era de que sus altura no superaba los…¡¡¡30 cm!!!.

La chica que contaba con algo más de 13 años, había notado que había dejado de crecer allá por los 10. Pero fue a partir de los 12 cuando notó que poco a poco, su altura disminuía por momentos. Continue reading “La persona más pequeña del mundo”

El día que volví a encontrarme con Soledad

Siempre me había encantado estar con Soledad…

De pequeño era con quien más me gustaba jugar, charlar, leer cuentos…Mis padres reprobaban esa actitud. Siempre me decían que no me convenía nada esa amistad: “tienes que relacionarte más con niños de tu edad, tienes que tener amigos-“afirmaban con bastante asiduidad tanto uno como el otro.

No entendía el porqué mis padres me decían esas cosas. Cuando jugaba con otros niños algunos me pegaban, otros me quitaban mis juguetes…pero Soledad era la única que verdaderamente conocía los conceptos de compartir, escuchar, dejar hacer.

Fui creciendo y fui teniendo amigos, aunque mi mejor amiga seguía siendo Soledad. Empecé a salir, me rodeé de un buen grupo de amigos que tenían virtudes muy semejantes a Soledad y además podíamos tener conversaciones interesantísimas de temas que me apasionaban (igual que con Soledad, aunque ella nunca me decía nada y era yo el que le contaba cosas).  Poco a poco dejé  de lado a Soledad, ya no quedaba con ella, ya no le contaba mis inquietudes, mis miedos, mis anhelos…

Comencé la universidad,  allí conocí a una chica excepcional: Amalia, me enamoré en un segundo y eso fue el punto y final de mi relación entre Soledad y yo.

Siguieron pasando los años, me casé con Amalia, adoptamos a un perro y a un gato y no nos iba mal, pero Amalia no me escuchaba, no me comprendía, no entendía los conceptos de compartir, escuchar que tanto valor subjetivo les daba. Yo tampoco lo hacía con ella…Era un infeliz y, quizás, ella también.

Busqué consuelo en mis amigos. Pero ellos, bastantes problemas tenían como para atenderme.

Un día hice mi maleta sin despedirme de Amalia, del perro y del gato y me fui. Anduve 5 horas y, en el camino, tuve un encuentro increíble: ¡Era Soledad! Nos sentamos en un banco de un parque cualquiera, me escuchó, me comprendió y me consoló. Le pedí una y mil veces disculpas por haberme separado de ella, por haber hecho caso a la sociedad, a sus parámetros y no haberle reservado el lugar de honor que se merecía. Por no haber reparado en que la necesitaba como algo inherente a mi ser. Lloré un buen rato, pero ella me perdonó.

La invité a venir a mi casa, con Amalia, el perro y el gato.

Al llegar a casa, Amalia comprendió qué había pasado y me abrazó.  Habilité la habitación de invitados  para Soledad: puse una mesa, una silla  además de la cama. Le pedí a Amalia que cuando estuviera con ella, no me molestara. La necesitaba, y necesitaba de su consuelo y de la  sensación de estar con ella. Amalia me comprendía, incluso comenzó ella también a habituar la habitación de Soledad.

Amalia y yo, poco a poco, volvimos a hablar, volvimos a escucharnos, comenzamos nuevamente  a comprendernos…

El genio de la botella de plástico rojo

Estaba paseando con mi perro Sultán, sí, exactamente el mismo nombre que el perro del inspector Gadget.

Nunca fui muy original par dar nombres, ni a las cosas ni a los animales….

Sigo: estaba paseando con mi perro Sultán, cuando vi una especie de botella de plástico de un color rojo intenso. En realidad lo vió Sultán, pero creo que este dato no es relevante. Nos acercamos, lo cogí de la boca de mi perro y pude ver una especie de gas que circulaba  a modo interno. ¡Guau! no me podría creer lo que estaba viendo.

Abrí la botella e instantáneamente apareció un click de playmobil que debía venir de una reserva de Sioux o Apaches. Mi cara debió de ser un poema: estaba asustado, pero a la vez ¿¿¿entusiasmado!!! El perro, no reparó en él…

Después de una conversación de lo más interesante: si se quitaba el pelo para dormir, qué pasaba si se aburría de su ropa, si alguna vez había sentido la necesidad de flexionar las extremidades…, fui al grano y le pregunté que qué hacía en una botella del mismo color que su cuerpo.

Me dijo que su antiguo dueño lo metió ahí y le dejó abandonado. Llevaba algo más de un día perdido y que, por haberle liberado nos podía conceder un único deseo. Lo que no sabía era si concedérmelo a mí o a Sultán (yo le entendí, al  fin y al cabo había sido Sultán el ojo avizor.

“Lo siento mucho Sultán, pero mamá se enfadaría muchísimo con nosotros, pues seguro que pediría miles y miles de cosas para comer”, pensé – Mire Sr. Click Indio, seré yo quien decida por los dos-.

Después de 3 minutos pensando en qué quería convertirme y haber analizado en profundidad todas las situaciones posibles. Afirmé de forma rotunda:- Ya se, quiero ser un bote de gel y teletransportarme al baño de la casa de mis abuelos-. Dicho y hecho: en menos de un segundo, era el mismo bote de gel xxx de casa de mis abuelos que era el rey del baño, aunque seguía  en el mismo sitio.Aún así era increíble….

Desde muy pequeño había visto cómo el baño de mis abuelos era un rincón especial. Allí el rey era el gel, seguido del champú y demás productos de higiene. Pintalabios de mi abuela eran el ejército y, cuando dormíamos era el momento de máxima acción… siempre quise ser ese gel-rey y enterarme de todo cuanto pasaba. Ahora ¡¡¡mi sueño se había convertido en realidad!!!

-¿Qué haces Ernesto?¿De dónde has sacado ese muñeco?-

-Papá,¿has visto? Ahora soy el gel-rey de casa de los abuelos…y todo gracias a este genio-click.

-Ehhhhh, sí, sí, cariño. Pero vámonos ya a casa. Es tarde…

La elección no seleccionada o la vida de Damian

Damian tenía 5 años. En el colegio prefirió sentarse junto a David y no junto a  Antonio. Damian, se preguntó entonces qué hubiera pasado si en vez de sentarse con David, lo hubiera hecho con el otro amiguito.

Pasaron unos años y Damian decidió elegir letras mixtas en vez de letras puras. Damian siempre se pregunto qué hubiera pasado si “mixtas” no hubiera sido su opción. Continue reading “La elección no seleccionada o la vida de Damian”

Spam

Es díficil saber desde cuándo abrí los ojos. Es difícil saber desde cuando el bufido de mi perro tuvo otro significado a parte del aburrimiento.

Hoy, 2 de julio y de madrugada, todo tiene sentido… o no.

Hace varios meses, en uno de mis múltiples viajes, en febrero, me fui a Aspen. Después de todo lo que había escuchado de esa estación, al llegar, nada me pareció como me lo habían contado. Demasiado fanfarroneo, pensé.

32 minutos esquiando, la mitad de los cuales, fuera de pista, hicieron que una caida monumental requiriera de un

helicóptero, camilla y demás, para llevarme al puesto de socorro. La sentencia fue firme: carrera a mi hospital, operación de rodilla y recuperación lenta…

Todo eso hice. A los dos días de estar en mi casa, cerca del nido materno (nunca hubiera pensado la cercanía que había hasta hoy), empecé a aficionarme a mirar a través de la ventana…

“Mi camino, mi destino, mi humilde grial” como diría HFdez.

Yo vivía y vivo, de hecho, en un lugar humilde. Pero no pensaba ni mucho menos que la crisis, telón de fondo y serenata cotidiana, tuvieran tan principal papel, como aquel que  día a día veía a través de mi ventana…No se porqué, pero el bebé balón y todo lo que le rodeaba enternecían y centraban mis días a través de ese prisma tan gris, que era mi ventana…Al principio me centré en él, me daba pena la burla de los mayores al ver a un niño paseando en un carrito a un bebe balón, intenté descubrir el trasfondo sociológico de eso. Al cabo de los días, ese niño encantador, dejó su papel principal a un lado para dar paso a  ser mero “acompañante” en este circo.

Sí,no era él, había dejado paso a un nuevo actor, cuyo papel principal lo regentaba su padre, él era realmente quien debía llevar la luz sobre sus hombros.

Pasaban los días, el bebé balón, dejaba de tener encanto, mi interés se centraba en su padre: le veía buscando en la basura, le veía recogiendo pedazos de pan entre los bancos, le veía coleccionando colillas a punto de consumirse entre los arbustos…entre las meadas de los canes.  Y todo eso a través de una ventana que hacía a veces de mi verdugo y mi sanador…

Pasaban los días y mi corazón medio inútil de tanta hipocresía acumulada durante tantos años, no podía hacer más que revolverse, cual mar inmensa  para volverse tranquila y serena; no hay mal que cien años dure, ni pena que el tiempo no cure…jajaja, bonito refrán.

Daba igual el sufrimiento, da igual el dolor, da igual el hombro, pero no da igual la sinrazón…

Todos los días a la misma hora, durante mi convalecencia, me asomaba a mi ventana;

“mi camino, mi destino…”

Y esperaba a verle, cual colegiada a su amante; lamentablemente desde otra intensidad. Y sí, ahí aparecía: No pasa nada, parecía decir su semblante. Y así parecían sus miradas, su hijo, el papá del bebé balòn, le miraba con la mayor cotidianidad del mundo, y yo, al cabo de los días también. Rezaba por que encontrara mil pedazos de pan y mil colillas que fumar…

Y todo eso me llegó a parecer normal…era como aquellas latas de carne que se consumían y que los Monty Python exhaltarón hasta decir “Ya!”.Spam las llamarón, Spam se conoce a todo lo que agrede, a todo lo que se cuela en tu correo electrónico, a todo lo que te quita tiempo y es innecesario…

Yo sigo convaleciente: me quedan 5 semanas más  y todo sigue igual, una parte es algo más de esa función, otra parte aún no ha encontrado su ego, y la parte más importante sigue persiguiendo a esos actores que mantienen vivo al vivo,como parte de la escena: la ropa, los bombones, los regalos, las proposiciones…parece que todo sigue igual, todo se centra en lo mismo de siempre, con un detalle minúsculo: la vida sigue su curso, la pelota sigue botando, todo gira que gira, pero hay algo distinto, todo es, aunque yo ya no.

ARIANA (o A.R.I.A.N.A) y la línea C5

No, no puede ser…mi gesto de asombro tuvo que haberse notado incluso si se me miraba de espaldas. No, no se ha notado nada…llevo cascos puestos, supuestamente estoy escuchando música.

Pero lo he oído claro: -“ ¿Cómo hemos podido hacer eso?”- dijo uno entre murmullos.

-“No, ¿cómo has podido tú solito cargarte a ARIANA? Para ser más claros.”- espetó el otro.

La sangre subía desde mi estómago directamente a mis mejillas haciendo parada en mis pulmones para no dejarme respirar.

Estaba sentada en uno de los cuatro asientos que van agrupados de uno de los vagones de la línea C5. Eran las 23 horas de un lunes cualquiera y ellos dos estaban sentados justamente detrás de mí. Estaban a lo suyo, pero yo les estaba escuchando todo…

Siempre intento sentarme sola me gusta la individualidad (más cool que la soledad, sin duda), junto a las puertas de acceso, siempre en el lado en que se abren al pasar por las paradas correspondientes. Me gusta que me de el aire en la cara. Pero ese día tenía frío, era diciembre con lo que junto a la calefacción se va infinitamente mejor. Hice una excepción y tuvo que ser ese día…

Intentaba no escuchar, pero una fuerza me acercaba a ARIANA y necesitaba saber qué había pasado con ella. La batería de mi móvil fue de ayuda pues, aunque llevaba cascos hacía un par de paradas,  el único sonido que venía escuchando no era otro que el de la voz en off que acompaña la llegada a cada estación y que ya es parte de mi vida diaria.

-“Y ¿qué vamos a hacer ahora? En menudo lío nos hemos metido.”-

-“Contarlo, tío, contarlo ahora mismo”.

Tragué fuertemente, suerte que nadie compartía ninguno de los tres sitios que me rodeaban. Las dos chicas sentadas más cercanas, iban comentando anécdotas de trabajo o del fin de semana o de qué se yo… Pero esas palabras y ese nombre rebotaban en mi cabeza, hasta el punto de armarme de valor y, presa de curiosidad, del sentimiento de “ alma salvadora” y de valor (creo), me di la vuelta y… ahí estaban dos chicos frente a un portátil, con un pingajillo en una oreja y diciendo: -“Jefe, la aplicación no va a poder estar mañana, hay fallos…”.

Me levanté, había llegado a mi parada, con más pena que gloria y pensando en dos cosas: la primera era que, junto a las puertas se va infinitamente mejor; y la segunda, era que cómo pueden llamar a una aplicación A.R.I.A.N.A y no llegar a buen puerto… con la sonoridad que tiene ese nombre.